Otro de los estados de la República Mexicana que se caracteriza por la riqueza de su tradición artesanal es Michoacán. Esta hermosa colección de piñas esmaltadas es clara muestra de ello.
Originarias de la pequeña población San José de Gracia, en la llamada “meseta purépecha”, se dice que tuvieron su origen en manos de la señora Elisa Madrigal Martínez, allá por los años 60 del siglo XX, quien fuera madre del maestro Hilario Alejos Madrigal, actualmente uno de los artesanos más reconocidos de México por la calidad de sus piñas y biznagas de alfarería vidriada o esmaltada.
Aun cuando desde los años sesenta San José de Gracia es conocido por la elaboración de utensilios de barro, los artesanos de esta localidad son afamados por crear estas impresionantes piñas, que le han dado al estado de Michoacán una indudable seña de identidad y de gran calidad en su producción artesanal.
Destinadas a la decoración y al uso como soperas o poncheras, estas piñas adquieren formas y dimensiones diversas, llegando a alcanzar alturas de 1.20 metros y combinaciones muy audaces, combinando la forma original la piña con otros motivos vegetales y abstractos en algunos casos.
Para su elaboración se utilizan barro y tepetate (un derivado de la arcilla de origen volcánico) que se mezclan para obtener una arcilla más plástica y fácil de modelar.
Posteriormente, se obtiene de la matriz de arcilla un trozo de aproximadamente dos kilos y se comienza a amasar a mano para suavizarlo y hacerlo maleable. Se va formando una tortilla y cuando ésta ha alcanzado un diámetro cercano a los 60 centímetros, entonces se coloca dentro de un molde con la forma de la mitad de la piña. Se repite el mismo roceso con otro pedazo de arcilla y finalmente se juntan ambos moldes para obtener la pieza completa.
Cada piña lleva un proceso muy laborioso de trabajo manual por medio del uso de la técnica del pastillaje, consistente en la aplicación de muchos, y pequeños, trozos de arcilla modelados con formas orgánicas que revisten el cuerpo de la piña, dándole una textura que evoca su superficie.
Los detalles de la cáscara de la piña y sus hojas son realizados a mano, uno a uno y se van pegando de igual forma a la pared de la piña. El maestro Hilario es conocido por innovar en temas y diseños. Junto con las piñas, son célebres sus “biznagas” y sus piñas «de conchitas». Ambas de gran complejidad en sus detalles y fina elaboración.
Luego de un primer cocimiento de la pieza en el gran horno abierto de Hilario, se emplean esmaltes de colores, originalmente verde, azul y café, para decorarla. Tras haber pintado la piña o la biznaga con el esmalte de alguno de estos tres colores, la pieza se pone a secar par ser metida nuevamente a una segunda cocción o “quema” en el mismo horno. Esta vez sube hasta casi los 1000 grados centígrados, pues es la temperatura a la que el esmalte se funde y se logra el bello acabado vidriado de estas hermosas piezas.
Piñas con adorno de pellizco u de lengüita; hermosas biznagas azul cobalto o color verde esmeralda, son piezas que esplenden por su elegancia y belleza y son muestra de la riqueza u fortaleza que el estado de Michoacán tiene como territorio del grandes alfareros en México