Indisciplinadas, gozosas y libres - Casa de Mexico

Cine

Indisciplinadas, gozosas y libres

05 de Marzo de 2021

Escrito por Mariana de Gándara, dramaturga y coordinadora de la Cátedra Bergman  

Las primeras en aparecer fuimos nosotras. En La Sortie de l’usine Lumière à Lyon (La salida de la fábrica Lumière en Lyon), que inaugura la historia del cine, la cámara se encuentra con un grupo de mujeres al término de su jornada laboral; trabajadoras que entre risas se retiran a sus hogares. Ellas, protagonistas de un arte en ciernes, aparecen desafiando las ideas que durante siglos se asociaron con lo femenino. No representan lo delicado, abyecto y débil, sino a la fuerza obrera. Son mujeres de oficio y esfuerzo. Trágicamente, este esperanzador arranque no se convertiría en la norma. El dominio de la lente, durante mucho tiempo, permaneció monopolio de los señores. Bien miradas, muchas de las imágenes con las que la humanidad ha construido su reflejo son similares a las del laberinto de una feria de pueblo: si carecen de voces femeninas, no pueden ser más que el producto de un espejo distorsionado.

Y sin embargo, en las últimas décadas el reclamo por paridad ha cosechado sendos frutos. Lo que en algún momento fue esporádica presencia se ha convertido en una marea indomable de creadoras que no están aquí para pedir permiso, que no requieren la aprobación ajena, que construyen comunidad al abrirse paso. México no es la excepción. En este país de contrastes donde se acuñó el término feminicidio, la lista de aquellas que gozan, gritan, juegan y rompen las normas se multiplica para generar un panorama plural y potente. Son ellas quienes ante las lógicas del machismo mexicano, han decidido hacer de la libertad su bandera. En ese sentido, no es de extrañar que para estas creadoras cualquier tipo de barrera sea un aliciente. Que defiendan con su práctica una indisciplinada manera de ser, donde ningún cajón les limita, donde ninguna definición de quiénes son se les dicta en tercera persona. Mujeres dedicadas al cine y al teatro, a la actuación y la dirección, que escriben y producen sus propios proyectos, que pueden ir del diseño de vestuario al guionismo, de la docencia a la alfombra roja. Esta capacidad camaleónica es el resultado de tener que enfrentarse una y otra vez al no, de saber que para sobrevivir es mejor diversificar los caminos, de entender desde muy jóvenes que si no se hacen oír, nadie les dará la palabra.

La Casa de México en España, al formar un ciclo que celebre a las artistas mexicanas, decide entonces reconocer esta característica de autonomía, y dedica Ellas en escena a cinco mujeres cuyo labor ha rebasado la división entre disciplinas: Sabina Berman, Cecilia Suárez, Katina Medina Mora, Marina de Tavira y Lila Avilés. Creadoras pertenecientes a diversas generaciones demuestran en su conjunto la potencia que adquiere el juego de lenguajes. Este gesto no es menor si recordamos que tanto el teatro como el cine son los espacios donde ensayamos el mundo. Donde confrontamos la realidad, escapamos de ella y nos permitimos reconfigurarla. Las cinco piezas que conforman el ciclo son un ejemplo de lo anterior.

Entre Pancho Villa y una mujer desnuda (1995), película escrita y codirigida por Sabina Berman, basada en la obra de teatro de su autoría, dio paso a un cine distinto, uno que se atrevió a cuestionar las figuras centrales para la hombría de la sociedad mexicana. Aquí la protagonista no depende de nadie, tiene claro lo que quiere y acompaña su autonomía con el humor que le permite decidir sobre su deseo y su cuerpo.

Sexo, pudor y lágrimas (1999) escrita y dirigida por Antonio Serrano, ya había logrado la hazaña de mantenerse dos años en la cartelera del teatro mexicano antes de, al ser traducida al cine, convertirse en un fenómeno nacional que diera a conocer a Cecilia Suárez en su primera película, convirtiéndola en referente obligado para la historia del cine mexicano. Cualquier otra persona se hubiera conformado con ello, sin embargo Suárez decide abonar a su contexto y encararlo como embajadora de la ONU en la iniciativa Spotlight contra la violencia de género.

La camarista (2018) de Lila Avilés, surgió de una pieza que se desarrollaba en habitaciones de hotel de la Ciudad de México. Estamos frente a una de las óperas primas mejor logradas de los últimos años, un trabajo sutil que se alimentó de esas temporadas teatrales para desarrollar una mirada crítica y cuidadosa sobre su protagonista, quien está presente en cada secuencia del filme. Una clase magistral en dirección de actores que no se explica sin la actriz que la dirige.

Ya sea en filme o sobre el escenario, Katina Medina Mora comparte esa fascinación por el carácter de lo humano para desarrollar, con habilidad y sorprendente franqueza, observaciones a lo que significan tópicos como la pareja, el deseo y la violencia. Su segundo largometraje Sabrás qué hacer conmigo (2015), presenta una mirada fresca a los cuestionamientos que el amor suscita en el México contemporáneo. Su actividad profesional incluye el activismo, destacando como una de las organizadoras detrás del movimiento #YaEsHora.

Marina de Tavira abarca muchas facetas, pero en todas la vulnerabilidad que se permite es una de sus fortalezas. Una actriz generosa y entregada a su oficio, que demostró en tiempos de pandemia la agilidad de su pensamiento al ser de las primeras en México en apostar por la mezcla de los lenguajes audiovisual y escénico como salvación de ambos. En El paraíso de la invención , puesta en escena grabada ex profeso para las pantallas, Marina, de la mano de su directora Lorena Maza, demuestran la resiliencia de la que son capaces las artistas mexicanas.

Disfruta del ciclo de cine Ellas en escena aquí .

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