Como no podía ser de otra manera, en México, el arte popular es custodiado por su gente, su pueblo. Precisamente son los artesanos los que otorgan un rostro a ese tesoro tan preciado que es el arte popular mexicano. Son ellos quienes encarnan el mestizaje cultural y lo manifiestan a través de muy diversas expresiones artísticas.
Al observar una creación artesanal mexicana nos sorprendemos y emocionamos, pero pocas veces nos preguntamos sobre los artesanos que subyacen detrás de la pieza que tanto nos ha gustado. Ellos pertenecen a un mundo compartido, su genio individual se disuelve para consolidar la identidad comunitaria y con ello fortalecer los lazos del rico tejido cultural al que pertenecen. Fungen de enlace entre lo tradicional y lo contemporáneo, preservando las técnicas que heredaron, a la par que las enriquecen y adaptan a las necesidades, materiales o herramientas de nuestro tiempo. Su trabajo permite que el arte popular mexicano sea también reflejo del desarrollo de nuestra cultura.
La labor de los artesanos está necesariamente ligada al lugar en el que se produce. Así, el artista se nutre de aquello que le rodea, dejando que el paisaje y su contexto influyan en la obra. Es por ello que toda pieza de arte popular es única, variando la producción de la misma en función del territorio en el que se produzca, pues el mismo determina, en muchos casos, las técnicas, estilo o materiales empleados.
El vasto territorio mexicano alberga abundantes y muy diversos tipos de fauna y flora que abastecen a los artesanos con materia prima de gran calidad. De esta forma, es posible identificar diferentes ramas artesanales según la materia prima que haya sido empleada: barro, madera, piedra, textiles, metales, papel, piel o fibras vegetales, entre otros.
Dentro de esta gama de materiales destaca principalmente el uso del barro, el cual es trabajado en diversos estilos y técnicas. En este sentido, cabe destacar piezas como los árboles de la vida o las piñas. La tradición de la primera de estas piezas se remonta a mediados del siglo XX y es una de las artesanías en barro más populares y conocidas del país. Entre sus principales artífices se cuenta a la familia Soteno, proveniente de Metepec, Estado de México, mientras que al maestro Timoteo González se le atribuye su invención. Estas impresionantes piezas originalmente representaban la creación del mundo, de acuerdo con el Antiguo Testamento. Sin embargo, los artesanos de árboles de la vida actualmente han renovado sus motivos, incorporando escenas y temas no necesariamente derivados de los textos bíblicos. Por su parte, las piñas son también una pieza que destaca por la minuciosidad en su elaboración. Son originarias de la pequeña población San José de Gracia, Michoacán, donde se dice que nacieron en manos de la señora Elisa Madrigal Martínez, madre del maestro Hilario Alejos Madrigal, actualmente uno de los artesanos más reconocidos de México.
Combinando las labores cotidianas, trabajando para las fiestas religiosas o creando con un fin puramente estético, los artistas populares nos permiten descubrir nuestra tradición y forma de ver el mundo, a la par que nos maravillamos con el cuidado y belleza de su trabajo.