Huáncito en el estado de Michoacán de Ocampo es una comunidad indígena purépecha ubicada en la llamada meseta Tarasca, como también se le denomina a una amplia región, rodeada de montañas, ubicada al centro del estado, y en la que se encuentran once pueblos de la misma filiación étnica. Por ello, esta zona también es conocida como “la cañada de los once pueblos”.
Combinado con sus faenas agrícolas, los vecinos de Huáncito se dedican a la producción alfarera de ollas, cazuelas y sus famosos cántaros, con los que forman unas interesantes torres de ollas, organizadas del mayor al menor tamaño y cuyo uso es totalmente decorativo.
En esta comunidad, la alfarería se divide en dos tipos, loza corriente y la loza fina. Esta división responde no sólo al tipo de barro utilizado, sino a la complejidad en el proceso de producción y en su diseño.
El barro bruñido de Huáncito es enormemente popular y sus artesanos han sido reconocidos como grandes maestros artesanos. Principalmente es el caso de Elena Felipe Félix y Bernardina Rivera Baltazar.
Tradicionalmente la producción de ollas y utensilios de cocina era la base de la alfarería local y se caracterizaba por su decoración, bruñida y decorada finos diseños florales, pintados con pinceles de pelo de gato.
El trabajo en torno a la creación de estas vasijas se organiza en talleres familiares. El proceso creativo comienza con la extracción del barro en las afueras del pueblo y su posterior tratamiento para hacerlo maleable.
Continúa la conformación de las piezas, para el cual se utilizan viejos moldes hechos de barro en los que las piezas toman su forma por mitad, pues se trata de medios moldes. Esto obliga a que el proceso se realice dos veces y posteriormente se tengan que unir las mitades de la vasija a mano, sellando la división de ambas partes con agua y pasando un trapo mojado por dentro y fuera para alisar la superficie.
Posteriormente las piezas se dejan secar por varios días para evitar que la arcilla se fractura el momento de quemarla en los hornos. Secas las piezas se meten a cocer en hornos de leña, a cielo abierto, a una temperatura de entre 600 y 800 grados centígrados por unas cinco o seis horas.
Tras salir las piezas del horno, se inicia el primer tratamiento de superficie, pues se le da a cada vasija un baño con una capa de arcilla de color distinto al natural del barro que se llama “engobe”. En este paso los artesanos de Húancito utilizan una tierra a la que llaman «charanda» y que traen del vecino poblado de Tarécuato.
Al secar el engobe se realiza un proceso de bruñido de la superficie de la pieza, utilizando para ello un bruñidor de cuarzo. Esta acción se realiza con gran fuerza para obtener la superficie brillante de la pieza.
Finalmente se inicia el pintado de la vasija. Aun cuando en la actualidad se utilizan pigmentos industriales, cada familia se reserva y guarda sus estilos al momento de decorar cada pieza y usualmente los motivos corresponden a elementos de la naturaleza como flores, hojas y algunas líneas onduladas.