Amatenango significa «lugar de amates» en lengua náhuatl y es el nombre de una población indígena de filiación “tzotzil” ubicada en el altiplano central del hermoso estado de Chiapas, ubicado al sur de México. Amatenango también es conocido como «el pueblo de las alfareras».
En efecto, este poblado se caracteriza por la riqueza de sus tradiciones artesanales, pues además de la alfarería, su creación textil es muy rica y principalmente desarrollada por sus mujeres, quienes tejen en telar de cintura y bordan con brillantes hilos, en color oro, sus tradicionales y coloridos huipiles, fajas y enredos.
Actualmente la producción alfarera es encabezada por activas mujeres que son las líderes de los talleres. Tradicionalmente la alfarería de Amatenango se caracterizaba por la elaboración y gallinitas y guajolotes (pavos) modelados a mano y pintados con engobes; y tenían la función de macetas o huchas. Actualmente son los colosales y realistas jaguares los que predominan en esta localidad artesanal, empleando a más de la mitad del pueblo en su producción.
Sin embargo, no hace mucho era solamente el alfarero Alberto Bautista Gómez quien se adjudicaba la maestría en la creación de estos impactante Jaguares, y fue reconocido como tal hasta su muerte ocurrida en 2008. De ahí en adelante su sobrina Juana Gómez Ramírez se convirtió en la heredera de esta hegemonía artesanal.
Junto con las figuras de gallinas, guajolotes, ranas, tortugas y pájaros, los alfareros de Amatenango del Valle suelen modelar estos hermosos felinos en una gran diversidad de formas y tamaños. Jaguares miniatura, chicos, medianos, grandes y enormes; acechando, sentados con sus crías, echados o a cuatro patas, estos animales de barro son monumentales en su plástica y su belleza.
Para elaborar los jaguares, primero se amasa el barro y se mezcla con arena para hacerlo más plástico y garantizar su quema homogénea. Luego se modelan las figuras; cuando se trata de un jaguar grande el modelado se hace por partes y lo realizan varios alfareros. Tras del modelado la pieza se alisa con piedras de río y lijas finas, dándole un suave y lustroso acabado a las figuras. El horneado se hace a cielo abierto, con leña y puede tardar de tres a ocho horas, dependiendo del tamaño y cantidad de las figuras.
Para las culturas mesoamericanas el jaguar es una divinidad. Denominado “Balam” era un símbolo de poder. Los gobernantes mayas portaban pieles de este felino como prueba de su posición en la sociedad y se les enterraba con ellos de manera ritual. Aparecen en el Popol-Vuh, el libro de la creación maya, como los creadores de los hombres poderosos; los “hombres-jaguar”.
En la actualidad, en Chiapas el jaguar protagoniza muchas festividades tradicionales y se representa en danzas ceremoniales y por supuesto en sus artesanías, como podemos ver en este impactante jaguar del maestro López. Su elegante trabajo y fina creatividad describen la elegante alfarería chiapaneca.