A diferencia de otras tradiciones artesanales mexicanas, más arraigadas en el pasado mesoamericano y prehispánico, la cerámica de Talavera de Puebla nace en el contexto de intercambios culturales del periodo colonial y su origen se remonta a mediados del siglo XVI.
Su nombre proviene de la población toledana de Talavera de la Reina de donde arribaron, junto con Sevilla y Génova, un grupo de artesanos que iniciaron esta tradición locera en las ciudades virreinales Puebla de los Ángeles y México en menor medida.
Gracias a la presencia de bancos de arcilla en los alrededores de Puebla, se pudo emprender con mayor facilidad la producción de cerámica común vidriada y loza de talavera.
Tanto para el desarrollo de la arquitectura, por el uso de azulejos y tejas, como para la vida cotidiana, principalmente con la elaboración de vajilla, tinajas y otros enseres de cocina, el establecimiento de obradores (talleres) de loza fina de talavera fue vertiginoso y consolidó las bases para que Puebla se convirtiera, en poco tiempo, en la segunda ciudad en importancia económica de la Nueva España.
Llamada también loza estannífera (debido a que se utilizaban estaño y plomo en su esmalte) se caracteriza por el empleo del azul y el blanco para su adorno, así como el uso de motivos florales y zoomorfos de inspiración “chinesca”. Ésta es una influencia directa del oriente que se unió a las tradiciones portuguesa, española y levantina, que finalmente se estableció permanentemente en la loza de talavera poblana.
En la actualidad los talleres de loza de talavera se concentran en la ciudad de Puebla, un poco en Cholula y con mucha fuerza en la población de San Pablo del Monte, en el estado de Tlaxcala.
Pese a que la producción actual de talavera sigue orientada hacia los azulejos, objetos decorativos, tibores, macetas y vajillas, con la preminencia de patrones clásicos y el sempiterno empleo del color azul cobalto sobre fondo blanco, muchos artistas contemporáneos, inspirados en esta profunda tradición alfarera, han producido importantes obras que fortalecen el espíritu de la talavera.
Es tal la importancia de esta industria artesanal en México, de tal calidad su producción y de tan importante belleza sus diseños, que a partir del año 2020 la UNESCO nombró a la tradición de la loza fina de talavera como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.