Juan Mata Ortiz es un pequeño poblado, que se ubica en el estado norteño y fronterizo de Chihuahua, en México, aproximadamente a 24 kilómetros de la cabecera municipal de Casas Grandes, muy cercana al sitio arqueológico de Paquimé.
El nombre de este antiguo yacimiento deriva de la importante cultura del mismo nombre que se desarrolló en Aridoamérica, entre los siglos XI y XIV d.C., como se le conoce a la amplia área geográfica y cultural septentrional del México precolombino.
La alfarería arqueológica de Paquimé se caracteriza por la presencia de pequeñas vasijas con formas convencionales y en algunos casos antropomorfas y zoomorfas que son adornadas en su superficie con motivos geométricos, grecas, formas humanas y animales pintados en colores ocre y negro sobre fondos blanco y crema.
La historia de Paquimé y la comunidad de Juan Mata Ortiz, se une a través de sus tradiciones alfareras y su inicio sucede hacia los años setenta del siglo XX. Por esas fechas, un solitario alfarero dio inició a la recuperación de los diseños de la antigua cerámica de Paquimé, su nombre es Juan Quezada Celado.
Este maestro alfarero desarrolló un estilo cerámico de gran éxito al que se ha llamado “barro de Mata Ortiz”; y que ha puesto a esta pequeña población desértica en el plano internacional por la excelente calidad de su producción artesanal.
La historia de Juan Quezada es muy interesante. De niño, en sus faenas agrícolas, recogía vasijas y restos de la antigua cultura Paquimé, los cuales empezó a atesorar y estudiar.
Sin tener conocimientos técnicos en la alfarería empezó a producir objetos de barro que decoraba imitando muy escrupulosamente los patrones de aquella cerámica antigua.
Para 1976, Spencer MacCallum, un antropólogo estadounidense, descubre por casualidad piezas del Maestro Quezada, en uno de sus múltiples viajes de investigación a Casas Grandes.
Al darse cuenta de la excelente calidad de las piezas, de sus finos acabados y de la fina pasta con que estaban hechas, preguntó entre los lugareños sobre el autor de esas vasijas; sólo supieron decirle que se trataba de un señor, que era cabrero, que vivía en Mata Ortiz y que gustaba de meterse a buscar cacharros antiguos en las cuevas de la sierra.
Así llegó MacCallum al pueblo de Mata Ortiz, preguntando por el señor que hacía esas vasijas. Así conoció MacCallum a Juan Quezada. “Me gustan tus vasijas”, le dijo el gringo. ¿Cuánto quieres por ellas? Juan le vendió toda su producción al antropólogo y éste prometió que regresaría por más.
Los años siguientes MacCallum se dedicó a promover el trabajo de Juan Quezada, de Mata Ortiz, logrando que este artesano pudiera consolidarse y establecer un taller familiar de gran éxito que le permitió integrar a la familia en un proyecto interesante que se convertiría en el camino hacia una insospechada historia de éxito.
El éxito de Juan Quezada quizás no se encuentra en sus vasijas “tipo Paquimé”, que tanto gustaron a MacCallum y los Cientos de compradores estadounidenses que cada año llenan de autobuses las afueras del pueblo, comprando de forma frenética colecciones enteras de cerámica que posteriormente venderán en sus galerías de Albuquerque y Phoenix a precios exorbitantes.
El verdadero éxito lo encontró Juan Quezada en la oportunidad que brindó a todas las familias del pueblo de Mata Ortiz para que aprendieran de forma seria y profesional a trabajar la arcilla blanca de la región y pintar las vasijas con esa extraordinaria precisión geométrica que deja impresionados a los más expertos. Gracias A Juan Quezada un pequeño pueblo con gran escasez, se convirtió en un prolijo pueblo de artesanos alfareros (mujeres, hombres, niños, viejos, todos) cuyo principal problema en la actualidad es que no producen lo suficientemente rápido para la cantidad de clientes que esperan afuera de sus casas por una “ollita de Paquimé”.