El pueblo purépecha de San Pedro Ocumicho, en el estado de Michoacán, es celebre por su tradición alfarera de “diablitos de barro”. A diferencia de muchas prácticas artesanales en México, los diablos de Ocumicho parecen tener una fecha y un nombre que les da origen.
Según la tradición oral, este tipo de representaciones en barro fueron iniciadas en los años sesenta del siglo XX por el maestro artesano Marcelino Vicente a quien se le apareció el diablo, para exigirle que representara en barro.
Otra versión de esta leyenda señala que Marcelino Vicente hacía bailarinas, toreros y jinetes charros, hasta que un turista francés apareció un día en su taller y le mostró una estampa del diablo, la imagen impactó al artesano y éste la reprodujo de forma obsesiva, dando, de manera involuntaria, origen a una nueva tradición.
Desde entonces, las mujeres artesanas de esta población michoacana han desplegado un nutrido y muy imaginativo catálogo fantástico, protagonizado por estos personajes maléficos. Las figuras son modeladas a mano y aunque originalmente se pintaban con pintura de aceite en la actualidad se sustituyeron por pinturas vinílicas.
La iconografía del diablo, evidentemente derivada del imaginario católico, probablemente tiene su origen en las estampas y láminas que lo representan como un ser bestial, de color rojo o negro y con grandes cachos.
Desde esta caracterización del diablo (Satanás), el repertorio de escenas es muy vasto e incluye la presencia con animales como vacas, burros, caballos y bueyes en situaciones jocosas o eróticas. También existen las representaciones de juegos infantiles.
Las escenas religiosas no dejan de estar presentes, con representaciones de la última cena o altares con las apariciones de a virgen de Guadalupe. Otra temática interesante es la relacionada con las escenas de la vida cotidiana de México mezcladas con personajes fantásticos, como este tren de diablitos, realizado por la maestra artesana Esperanza Felipe Mulato.