Si hay un lugar vasto en producción artesanal en México éste es Oaxaca y su barro negro es, sin duda, protagonista de su riqueza. San Bartolo Coyotepec es una pequeña población ubicada en la región de los valles centrales oaxaqueños, en donde cientos de familias alfareras se dedican de tiempo completo a la producción de figuras echas con este barro tan peculiar.
De tradición zapoteca, la realización de piezas en barro negro es ciertamente el santo y seña de la cultura alfarera de este poblado. En muchas de las etapas de su manufactura todavía se siguen ciertas costumbres originarias del mundo prehispánico.
En la historia del arte popular mexicano, son célebres muchos artífices del barro negro como Doña Rosa Real de Nieto, cuyos cántaros y piezas utilitarias fueron muy admiradas y reconocidas entre los años veinte y treinta por fotógrafos como Edward Weston o coleccionistas de arte como Nelson Rockefeller.
Para hacer piezas de barro negro, el primer paso del proceso es su recolección (este trabajo lo realizan los hombres, pues hay la creencia de que la mina dejaría de producir si en ella entrará alguna mujer), posteriormente se pulveriza y tamiza para mezclarse con agua e iniciar el proceso de amasado que tiene la función de sacar las burbujas de aire que aún contiene la masa, al tiempo que esta se va haciendo cada vez más maleable hasta que se obtiene una pasta homogénea y tersa que se deja reposar por tiempo indefinido.
Para elaborar una pieza se toma un trozo del barro amasado y se comienza a moldea la figura o la vasija. Cuando ya está lista la forma de la pieza, ésta se deja secar a la sombra por varios días para que pierda toda la humedad y no se rompa al momento de quemarla en el horno.
Resulta muy interesante cómo el barro adquiere su color negro característico y el secreto se encuentra en su proceso de quema en el horno. Cuando la pieza se va a cocer dentro del horno, éste se caliente con leña hasta alcanzar, aproximadamente, los 600 grados centígrados. Esta temperatura es suficiente para cocer la pieza, pero es precisamente cuando ya está cocida que se inicia el proceso para ennegrecerla, pues en ese momento el horno se sella totalmente para evitar que entre aire creando una atmósfera reductora en donde la combustión, podre en oxígeno, comienza a crear un humo muy negro y denso que se va adhiriendo firmemente a la superficie de la arcilla, al tiempo que ésta literalmente se carboniza.
Tras un periodo de quema y “ahumado” que dura aproximadamente 8 horas, se apaga el horno y se deja enfriar la pieza para luego sacarla e iniciar el fino proceso de acabado de su superficie. Para esto se utilizan varios pulidores y bruñidores de cuarzo muy lizo, también se utilizan en su proceso de pulido piedras de grafito, que dan un efecto metálico muy lustroso. Este se combina con el alisado que se logra por medio del uso de algunas ceras y grasa animales. La combinación de superficies pulidas, bruñidas y alisadas en una misma pieza le aseguran una gran belleza.
El barro negro principalmente tiene fines decorativos y algunos de tipo utilitario. Destacan las vasijas caladas, llenas de detalles y formas vegetales, muy bellas. Las texturas siguen unos patrones muy refinados y regulares, lo que hace de estas piezas verdaderas obras de arte, mientras que aquellas cuyo destino es la cocina, como platos y cántaros, tienen una textura lisa y homogénea pero brillante. Como la mayoría de las vasijas de barro negro tiene un fondo redondeado es muy común verlas descansando sobre pequeños aros rodetes tejidos con carrizo.
Desde hace unas décadas, el éxito del barro negro ha provocado que sus creadores innoven a partir de una profusión de motivos y temas, como pequeñas figuras femeninas vestidas con trajes regionales, así como calaveras y algunos animales.